sábado, 24 de enero de 2015

De la luz, cuatro respuestas a Óscar González

                                                 La penitente Magdalena, Georges de la Tour, 1644



  ¿Qué es para usted la luz y cómo se realizó su relación inicial ante ella, en qué momento se dio ese hecho, qué carácter tuvo para usted y por qué?

La luz será siempre en mi vida una presencia inquietante. Ella permanece de pie frente a mí aunque sea noche cerrada. Es ella la que se desliza por los muros, por la superficie de las cosas hasta encontrarme. Nunca habla en voz alta por más que venga del sol. La verdadera luz entabla relación directa con nuestras visiones, con nuestra experiencia del mundo. La verdadera luz canta debajo de los párpados, es ella la que incita el deseo de fundar nuevas formas, nuevos colores, nuevas atmósferas. De la luz provienen mis preguntas. De ella vienen y hacia ella se dirigen. Esa luz discreta de la infancia, su manto envolvente y lleno de posibilidades, su manera de dibujar y desdibujar el mundo, nuestro mundo que es igual a decir nuestro secreto…Mi relación inicial con ella ocurre a todas horas, como con las palabras, como con mi necesidad de escribir…


¿Cómo y en qué forma se desarrolló, evolucionó o no interviniendo su ser y hacer estético, qué oquedades o fisuras o consistencias ha tenido o no y por qué?

La luz es inmutable y al mismo tiempo va desplegando su escala de asombros. En muchas ocasiones me llegan las atmósferas de tiempos pasados y de instantes que todavía no he vivido pero que por alguna razón están dentro de mí. Y esos instantes duran muy poco pero yo podría describir el color, el olor, la temperatura de ese recinto, de ese jardín, de esa conversación, de ese silencio… Es la luz y su poder de evocación la que abre nuevamente para nosotros esas horas, esos lugares, esos rostros que creíamos perdidos para siempre, o que nos acompañan pero que dejamos de ver o que vendrán , que están próximos y todavía no lo sabemos… 

¿Con la obra de qué  poeta, escritor, pintor, escultor, fotógrafo, etc, usted descubrió y se transmitió a sí misma de manera radical e incrementó o no su relación con el tema de la luz y por qué?


Fue en la infancia, como todo lo que tiene que ver con la luz. Una tarde, mi hermano puso frente a mis ojos la inquietante imagen de La penitente Magdalena de Georges de La Tour, un cuadro que ha tenido varias versiones pero en las que se reproduce siempre el claroscuro que quiero en mi poesía, las sombras, los centros de luz, el espejo que multiplica la llama, la figura silenciosa de la Magdalena, vuelto el rostro hacia la soledad de sí misma, como quien se pregunta… Por supuesto, en aquel entonces fue sólo una impresión que me venía en las noches de insomnio y fiebre, en los momentos del juego o de la ensoñación… No sabía de qué se trataba, no lo supe hasta cuando empecé a interesarme por el arte, por la literatura… Ahí comprendí que somos anteriores a nosotros mismos…



¿Desde dónde en usted considera que esa relación con la luz se mantiene y sostiene intacta o indeleble en usted y su ser y hacer estético o no y por qué?


Lo maravilloso de la memoria poética que tiene la luz, semejante a la fluidez del agua, es que te permite pasar de un estado del espíritu a otro manteniéndose siempre protegida de nuestros momentos llanos, sin gracia, es decir, a pesar de nosotros mismos. Es esa luz de la que no nos ocupamos pero que vive en nosotros y salta en nuestras palabras y en nuestros abismos, la que nos vincula con los rasgos originales de lo que realmente somos. 
                        
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