jueves, 26 de agosto de 2010

La noche en el espejo



Todo lo real está del lado de la sombra

Lucía Estrada acaba de recibir la edición de su libro más reciente, La noche en el espejo, como parte del premio de poesía Ciudad de Bogotá 2009, volumen presentado en la última feria del libro por la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, organizadora del concurso. El jurado presidido por la poeta Maruja Vieira, destacó: "En La noche en el espejo se puede palpar la levedad. Es una obra filosófica muy conectada con el silencio. Se trata de poemas que tienen hondura, que han sido depurados. El autor(a) utiliza un lenguaje abigarrado y un tono interrogativo, armónico y misterioso, realmente poético, con metáforas eficaces y corrección idiomática absoluta. Llama la atención su dominio del lenguaje poético y en especial su ritmo, que no decae". (Contracarátula).

La noche en el espejo recoge 44 textos que en realidad, podríamos decir, conforman un solo, largo y sostenido poema donde se advierte una sutil cohesión íntima desde el rigor y la penetración del lenguaje, hasta la amalgama simbólica que la continua sucesión de imágenes convoca.

Será nuestra la vida en el temblor de una palabra,
la que se aferró a la piedra como si se tratara de un cuerpo infinito,
la que avanzó en su noche contra todos los pronósticos sin volver la mirada,
sin sentir compasión por lo que dejaba atrás. Ella,
la que arrojó el corazón a una jauría de perros hambrientos,
la que cruzó el cerco de sus propios límites con la cabeza en alto,
la que ahora espera -sin tiempo- a que alguien diga su nombre
cuando todas las bocas han sido sepultadas
.

(Pág. 13)

A lo largo de sus libros publicados, desde Fuegos nocturnos (1997), Noche líquida (1999), Maiastra (2004), pasando por Las hijas del espino (2006) hasta los poemas presentes, es precisamente la noche el motivo esencial que obsede la escritura poética de Lucía. La noche como realidad última y original, la noche como enigma, como secreto, como intimidad y espacio de relaciones y revelaciones de lo maravilloso pero también de lo terrible, de lo abismal, de lo incomunicable, ante lo cual, el poeta debe permanecer vigilante, es decir, siempre despierto para no sucumbir:

Nos dieron el revés de las cosas
nos obligaron a permanecer despiertos
en el último cuarto de la estancia.

Sin puertas aparentes, sin cerrojo,
salvo los cuervos, allá afuera,
esperando por nuestra vigilia.

Hemos pasado ya tantas lunas entre los muertos
que nada puede resultarnos distante.

Todo lo real está del lado de la sombra
.

(Pág. 29)

Porque es dentro de la tradición hermética de la poesía como conciencia del lenguaje donde Lucía Estrada ha querido orientarse decidamente desde el comienzo de su quehacer: Aloysius Bertrand, Baudelaire, Rimbaud, Rilke, Celan, Djuna Barnes, Silvia Plath, Olga Orozco, Alejandra Pizarnik, Eunice Odio, Marosa Di Giorgio entre otros, están presentes en su escritura como voces tutelares. Son ellas las que dentro de su espíritu resuenan constantemente como un coro catedralicio de estelares dimensiones al que ella misma auna su propio canto. En Colombia, poetas de su misma entraña la han reconocido con generosidad: Juan Manuel Roca, Rómulo Bustos, Santiago Mutis, Samuel Vásquez, Raúl Henao, para mencionar sólo a los más cercanos. Esta búsqueda no ha sido fácil de aceptar para muchos de sus contemporáneos que no entienden cómo una mujer joven de nuestro tiempo propone y opone ante la cotidianidad, ante el exteriorismo anecdótico obligado por la inmediatez de la existencia, una palabra tejida desde el misterio y la profundidad, una visión mediúmnica del mundo que, desde la otra orilla, nunca ha dejado de existir. Esa "aventura sigilosa" de absoluta libertad y soledad, asumida por Lucía, es lo que ha cobrado finalmente forma y sustancia en su obra.

La noche en el espejo da cuenta entonces de esa exploración al otro lado de la realidad visible, la otra orilla del sueño, ese devenir oculto del ser como lenguaje y silencio, ese fluir de la conciencia que por momentos destella en estos poemas con una insólita fuerza y una evidente convicción personal:

Escribo para abrir un poco más la grieta
que traigo en mí desde el nacimiento.

Que pueda refugiarse en ella todo cuanto me llega de la noche,
el silencio, la palabra y sus pliegues,
ese fragmento exiguo que nos ofrece un instante
de absoluta comprensión.


(...)

Ser y no ser la palabra fisura, herida, abismo.
Ser y no ser lo que ellas contienen,
el temblor que las produjo,
su tenue sombra comprimida,
su relámpago sin desbordamiento de luz,
su sílaba, sin duda la verdadera, mucho antes
de ser pronunciada.

Escribo para sentir,
para sumergirme en el oro que resplandece
bajo una fina capa de hielo.

Tiembla mi mano al bordear el filo de su maravilla,
lo que resta de su noche sobre mí.

(Pág. 63)

Que una joven poeta haya decidido arriesgar sus pasos más allá de los terrenos habituales de la palabra entendida como referente explícito de la "realidad", no quiere decir, como suelen creer algunos, que se "oculta en el lenguaje", que "se encierra en sí misma" o incluso que "huye y da la espalda" al mundo y a las circuntancias personales de la existencia. Todo lo contrario; en Lucía Estrada se descubre precisamente lo que hay detrás de la máscara diurna de las cosas, la vida, el trasiego cotidiano. Aquello que aún permanece intacto y verdadero dentro de nosotros pese al miedo, al desgaste del tiempo y la desmemoria; el rostro de fuego del ángel que aún nos aguarda, indestructible y final:

Espero el momento de reunirme con mi sombra
que avanza del otro lado del muro.

Presintiendo su cercanía, todo lo que huyó de mí en las horas muertas,
se agolpa en mi corazón oscureciendo el paisaje.

Sin embargo, ¿qué sabe la luz del encuentro de unos ojos
con aquello que han buscado desde siempre?

¿Acaso no pertenece a la noche su pregunta por el ángel
que vuelve cada tiempo y nos restituye lo perdido?

(Pág. 95)

(Bruno Salomón)

***






















8 poemas

El aire se abrió lentamente con el sonido de las campanas,
y en los cuartos, cada cosa ocupó su lugar y su nombre.
Todo era posible bajo esa luz de invierno en la que
señalaste un jardín cerrado,
un estanque vacío esperando por mis ojos. Era preciso
mirarlo con atención antes de que se diluyera en la sombra.
Estábamos inmersos en el paisaje, y las voces del jardín
venían desde adentro,
y las formas encontraban entre sí su correspondencia.
Algo dijiste del vacío, y a lo lejos,
la fuente brilló en su penumbra.
Esto es lo que soñamos. Hundirnos en la transparencia
y en el movimiento de la luz. Ella recorre paciente
lo que para nosotros ha perdido su misterio. Aquí
están todas las cosas recién descubiertas,
y el mundo, cada vez más pleno de sí mismo,
cada vez más verdadero.
Puedo escuchar el rumor de las puertas que se abren
para conducirnos a otro silencio, y cómo cavamos en él
aunque las cuerdas de la voz se hayan debilitado.
El estanque se cubrirá de agua. Puedo presentirla.
Es oscura y asciende hasta tus ojos llenándote de extrañeza.
Pero delante de ti nada perderá su claridad.
Deja que tu corazón entable cercanía con la muerte,
que allí tambi{en encontrarás presencias luminosas.
Será entonces como si nunca
te hubieras apartado del camino: "El resistir lo es todo".

***

¿Quién me habla con las voces del viento?
¿Quién a través del polvo, bajo la herrumbre,
en la fría superficie de las cosas?

Todo cuanto he olvidado se resiste a la muerte
y abre con suavidad los pliegues del aire para rozarme
con sus dedos.

¿Qué silencio me rescata en esa orilla?
¿Qué pequeño aguijón me descubre lo invisible?

Secreto laberinto que despierta en la palma de la mano.

***

Ahora que tu cuerpo se dispone a cruzar la frontera
más solitaria, dime:
¿a qué grito, a qué palabra te aferras?
¿Qué silencio abres en la semilla que mañana
será tu sustento?

Las piedras que guardas en tu memoria
son las ruinas de un altar construido
para que alguien más ofreciera en él su corazón.
Pero ya nadie se detiene bajo los árboles
que se han despojado de su sombra.
Sin amor, el paisaje incierto de otras tierras
los arrebata definitivamente de nosotros.

Queda entonces el vacío donde resuenan mejor
nuestros pasos,
oscuro rumor que nos obliga a permanecer despiertos.

Quién vigila más allá de ti mismo el movimiento
de tu sangre?

Cada noche te prepara un abismo
en el que te dejas caer sin espanto
pues en ti llevas tu lámpara,
esa que también te ha descubierto la intemperie
y el esquivo secreto de su nombre.

Un canto de sirenas te guía en el blanco laberinto de la rosa.

¿En qué antiguo reino se apoya tu mirada?

***

Todas las voces están huérfanas de sí,
y en esa orfandad se asisten, se acompañan.

Ahí está el misterio. El que no podemos tocar,
para el que no existen las manos.
Las manos,
esa región desconocida que nos acerca y nos aleja al mismo tiempo.

Me pierdo en la penumbra de lo que quisiera gritar
y no puede.

El deseo nos rescata del abismo,
pero también se yergue lo que no admite consuelo.

Palabras como pájaros en la soledad del aire.

***

Nos han dejado verdaderamente solos en medio del agua,
de su noche grave y espesa.

No en la superficie,
no en el fondo,
entre los pliegues.

Y allí soñamos las formas,
peces que se devoran entre sí,
sustancias y sales y fuego
en su primera altura.

Pero hay un arriba y un abajo, decimos,
y somos parte del secreto.

Lo que nos mantiene es no saberlo con certeza,
intuir que somos las columnas y el corazón único
de ambos reinos.

***

Toco la densidad del aire,
barco de niebla en el que viaja mi deseo.

Cada noche,
la vieja canción perfora el oído
y un viento cálido lo envuelve.

Son mis palabras
las voces del marinero:
- ¡Anclad, romped la quilla del barco!
¡Esta es la noche que no pudimos
llevar sobre los hombros!

¡A lo profundo,
a lo profundo!
¡Nuestro viaje es vertical!

La verdadera lejanía
espera en el propio corazón.

***

Lejos, en su propio cuerpo,
anclado en el centro de una visión definitiva,
repasa con exactitud las palabras
que le obligaron a permanecer despierto
en medio de la noche.

¿Qué imagen puede cubrir el vacío de unas manos?

El aire que respira es la continuidad del vértigo.
Nadie lo espera en la otra orilla.
Sólo el tiempo le depara lo imposible.

El día crece y declina en la mirada
y en su lengua siente que todo fue dicho desde antes,
que no es necesario repetirlo.

***

La montaña se desprende del cielo,
su imagen del centro de la tierra.
La luz atrae una ola,
la ola revienta contra el mundo.

Del agua emergen ciudades.
Un barco muy antiguo sobre antiguas olas
va ganando altura, soportando los declives,
las fluctuaciones, los vientos,
el coletazo de la llama que se agita con furia
en el corazón del océano y lo alimenta.

Somos el golpe de un viejo dios marino,
el misterio de las aguas suspendido por un momento
bajo un círculo de sal.

Nada que haya sido dejará de existir.
Sólo esperamos que todo comience de nuevo.

***