domingo, 17 de agosto de 2014

Felix in Exile - William Kentridge

                                                     


PAISAJES AL CARBÓN CON WILLIAM KENTRIDGE

Juan Manuel Roca

Ubú Rey, gran monarca de las ciudades sin mapa y de la autofagia del tiempo, sacerdote del poder y su bulimia, terminará por devorarse a sí mismo. Una gavilla de sombras arroja grandes cubos de noche sobre las aguas del río. ¡Atención! La guerra, que riega con vitriolo sus jardines de escombros, desaloja las huellas de los sueños postergados. La muerte, vestida de enfermera, reparte palabras ciegas en la fila de los fantasmas. Escarbando piedra a piedra entre las ruinas, Kentridge podrá encontrar una sonrisa aplastada como una flor en un mar de aguas residuales. Una legión de nadies acude al llamado de un flautista especialista en roedores que toca adioses en un tinglado callejero. Los niños tararean una vieja tonada infantil con dolor y pena, al paso de ganso de sus padres que marchan con rumbo seguro hacia el abismo. Mister Kentridge puede econtrar en el basural del mundo una máquina de hacer vacíos, la partitura de una sinfonía para taladro y olvido, barrotes destrozados de una cárcel de Piranesi, una cinta con un discurso interminable que afirma que el tiempo es oro, aunque embosquemos la feroz avanzada de una brigada de relojes. Mister Kentridge dibuja  los fotogramas del miedo. Ubú va de compras entre explosiones al mercado del odio donde puede hacerse al último modelo de un cepo de torturas. Kentridge hace señas con su mano en un muro, traza en el aire sombras chinescas con bisontes heridos, alucinadas cafeteras, barcos de uranio y bicicletas de hielo no aconsejables para correr en las pístas del verano. Soy mi propio perro sumiso, murmura entre dientes un soldado, soy mi propio puñal en mi espalda, pues hasta un general no ignora que amar la guerra es odiarse a sí mismo. Soy mi propio perro de presa, murmura un combatiente, soy el perro rastreador de mis precarios huesos. Cuando Kentridge ve pasar las banderas del miedo y su dolor acuartelado, cuando cruza por su almohada la historia clínica del mundo, es como si nos quitara un negro  esparadrapo de la boca.

***
Ver, además, entrevista al artista, tomada de la revista Dinners:


viernes, 18 de julio de 2014

Alejandra, Alejandra ...


SALA DE PSICOPATOLOGÍA


Después de años en Europa Quiero decir París,
Saint-Tropez, St. Pierre, Provence, Florencia, Siena,
Roma, Capri, Ischia, San Sebastián,
Santillana del Mar, Marbella,
Segovia, Ávila, Santiago,
y tanto
y tanto
por no hablar de New York y del West Village

con rastros de muchachas estranguladas
-quiero que me estrangule un negro -dijo
-lo que querés es que te viole -dije

(¡oh Sigmund! con vos se acabaron
los hombres del mercado matrimonial que frecuenté
en las mejores playas de Europa)
y como soy tan inteligente que ya no sirvo para nada,
y como he soñado tanto que ya no soy de este mundo,
aquí estoy, entre las inocentes almas de la sala 18,
persuadiéndome día a día de que la sala,

las almas puras y yo tenemos sentido,
tenemos destino,
-una señora originaria del más oscuro barrio de un pueblo que no
figura en el mapa dice:
-El doctor me dijo que tengo problemas. Yo no sé.

Yo Tengo algo aquí (se toca las tetas)
y unas ganas de llorar que mama mía.
Nietzsche: "Esta noche tendré una madre o dejaré de ser."
Strindberg: "El sol, madre, el sol."
P. Eluard: "Hay que pegar a la madre mientras es joven."
Sí, señora, la madre es un animal carnívoro

que ama la vegetación lujuriosa.
A la hora que la parió abre las piernas, ignorante del sentido
de su posición destinada a dar a luz, a tierra, a fuego, a aire,
pero luego una quiere volver a entrar en esa maldita concha,
después de haber intentado nacerse sola sacando mi cabeza

por mi útero (y como no puede, busco morir y entrar
en la pestilente guarida de la oculta
ocultadora cuya función es ocultar)
hablo de la concha y hablo de la muerte,
todo es concha, yo he lamido conchas en varios países

y sólo sentí orgullo por mi virtuosismo
-la mahtma gandhi del lengüeteo,
la einstein de la mineta, la reich del lengüetazo,
la reik del abrirse camino
entre pelos como de rabinos desaseados -¡oh el goce de la roña!

Ustedes, los mediquitos de la 18 son tiernos
y hasta besan al leproso, pero ¿se casarían con el leproso?
Un instante de inmersión en lo bajo y en lo oscuro,
sí de eso son capaces,
pero luego viene la vocecita que acompaña

a los jovencitos como ustedes:
-¿Podrías hacer un chiste con todo esto, no?
Y sí,
aquí en el Pirovano
hay almas que NO SABEN
por qué recibieron la visita de las desgracias.
Pretenden explicaciones lógicas los pobres pobrecitos,

quieren que la sala -verdadera pocilga- esté muy limpia,
porque la roña les da terror, y el desorden,
y la soledad de los días habitados
por antiguos fantasmas emigrantes de las maravillosas
e ilícitas pasiones de la infancia.
Oh, he besado tantas pijas para encontrarme de repente

en una sala llena de carne de prisión donde las mujeres
vienen y van hablando de la mejoría.
Pero
¿qué cosa curar?
Y ¿por dónde empezar a curar?
Es verdad que la psicoterapia en su forma exclusivamente verbal

es casi tan bella como el suicidio.
Se habla.
Se amuebla el escenario vacío del silencio.
O, si hay silencio, éste se vuelve mensaje.
-¿Por qué está callada? ¿En qué piensa?
No pienso, al menos no ejecuto lo que llaman pensar.

Asisto al inagotable fluir del murmullo.
A veces -casi siempre- estoy húmeda.
Soy una perra, a pesar de Hegel. Quisiera un tipo con una pija así
y cogerme a mí y dármela hasta que acabe viendo curanderos
(que sin duda me la chuparán) a fin de que me exorcisen
y me procuren una buena frigidez.
Húmeda.
Concha de corazón de criatura humana,
corazón que es un pequeño bebé inconsolable,
"como un niño de pecho he acallado mi alma" (Salmo)
Ignoro qué hago en la sala 18 salvo honrarla con mi presencia
prestigiosa (si me quisiera un poquito me ayudarían a anularla)
oh no es que quiera coquetear con la muerte
yo quiero solamente poner fin a esta agonía que se vuelve ridícula

a fuerza de prolongarse,
(Ridículamente te han adornado para este mundo

-dice una voz apiadada de mí)
Y
Que te encuentres con vos misma -dijo.
Y yo dije:
Para reunirme con el migo de conmigo y ser una sola y misma

entidad con él tengo que matar al migo
para que así se muera el con y,
de este modo, anulados los contrarios,
la dialéctica supliciante finaliza en la fusión de los contrarios.
El suicidio determina un cuchillo sin hoja
al que le falta el mango.
Entonces:
adiós sujeto y objeto,
todo se unifica como en otros tiempos, en el jardín de los cuentos
para niños lleno de arroyuelos de frescas aguas prenatales,
ese jardín es el centro del mundo, es el lugar de la cita,

es el espacio vuelto tiempo y el tiempo vuelto lugar,
es el alto momento de la fusión
y del encuentro, fuera del espacio profano en donde el Bien

es sinónimo de evolución de sociedades de consumo,
y lejos de los enmierdantes simulacros de medir el tiempo

mediante relojes, calendarios y demás objetos hostiles,
lejos de las ciudades en las que se compran y se vende 

(oh, en ese jardín para la niña que fui,
la pálida alucinada de los suburbios malsanos
por los que erraba del brazo de las sombras: niña,

mi querida niña que no has tenido madre, ni padre, es obvio)
De modo que arrastré mi culo hasta la sala 18,
en la que finjo creer que mi enfermedad de lejanía,

de separación, de absoluta NO-ALIANZA con Ellos
-Ellos son todos y yo soy yo-
finjo, pues, que logro mejorar, finjo creer a estos muchachos

de buena voluntad (¡oh, los buenos sentimientos!)
me podrán ayudar,
pero a veces -a menudo- los recontraputeo desde mis sombras

interiores que estos mediquillitos jamás sabrán conocer
(la profundidad, cuanto más profunda, más indecible)
y los puteo por que evoco a mi amado viejo,
el Dr. Pichon R., tan hijo de puta como nunca lo será
ninguno de los mediquitos, tan buenos, hélas!, de esta sala,
pero mi viejo se me muere y éstos hablan y,

lo peor, éstos tienen cuerpos nuevos,
sanos (maldita palabra) en tanto mi viejo agoniza
en la miseria por no haber sabido ser un mierda práctico,
por haber afrontado el terrible misterio
que es la destrucción de un alma,
por haber hurgado en lo oculto como un pirata
-no poco funesto pues las monedas de oro
del inconsciente llevaban carne de ahorcado,
y en un recinto lleno de espejos rotos y sal volcada-
viejo remaldito, especie de aborto pestífero

de fantasmas sifilíticos, cómo te adoro en tu tortuosidad
solamente parecida a la mía,
y cabe decir que siempre desconfié de tu genio

(no sos genial; sos un saqueador y un plagiario)
y a la vez te confié,
oh, es a vos que mi tesoro fue confiado,
te quiero tanto que mataría a todos estos médicos adolescentes

para darte a beber de su sangre y que vos vivas un minuto,
un siglo más, (vos, yo, a quienes la vida no nos merece)
Sala 18
cuando pienso en laborterapia me arrancaría los ojos

en una casa en ruinas y me los comería pensando
en mis años de escritura continua,
15 ó 20 horas escribiendo sin cesar, aguzada por el demonio

de las analogías, tratando de configurar mi atroz materia verbal errante, porque -oh viejo hermoso Sigmund Freud- 
la ciencia psicoanalítica se olvidó la llave en algún lado:
abrir se abre pero ¿cómo cerrar la herida?
El alma sufre sin tregua, sin piedad, y los malos médicos

no restañan la herida que supura.
El hombre está herido por una desgarradura que tal vez,

o seguramente, le ha causado la vida que nos dan.
"Cambiar la vida" (Marx)
"Cambiar el hombre" (Rimbaud)
Freud: "La pequeña A. está embellecida por la desobediencia", (Cartas...)
Freud: poeta trágico. Demasiado enamorado de la poesía clásica.
Sin duda,

muchas claves las extrajo de "los filósofos de la naturaleza",
de "los románticos alemanes" y, sobre todo,

de mi amadísimo Lichtenberg, el genial físico y matemático
que escribía en su Diario cosas
como: "Él le había puesto nombre a sus dos pantuflas"
Algo solo estaba, ¿no?
(Oh, Lichtenberg, pequeño jorobado, yo te hubiera amado!)
Y a Kierkegaard
Y a Dostoyevski
Y sobre todo a Kafka
a quien le paso lo que a mí, si bien él era púdico y casto
-"¿Qué hice del don del sexo?" -y yo soy una pajera

como no existe otra;
pero le pasó (a Kafka) lo que a mí:
se separó
fue demasiado lejos en la soledad
y supo -tuvo que saber-
que de allí no se vuelve
se alejo -me alejé-
no por desprecio (claro es que nuestro orgullo es infernal)
sino porque una es extranjera
una es de otra parte,
ellos se casan,
procrean,
veranean,
tienen horarios,
no se asustan por la tenebrosa
ambigüedad del lenguaje
(no es lo mismo decir Buenas noches que decir Buenas noches)
El lenguaje
-yo no puedo más,
alma mía, pequeña inexistente,
decidíte;
te la picás o te quedás,
pero no me toques así,
con pavura, con confusión,
o te vas o te la picás,
yo, por mi parte, no puedo más.




Alejandra Pizarnik escribió este poema en 1971, durante su estadía en el Hospital Pirovano. El texto fue mecanografiado y tenía correcciones a mano de la autora. No conocemos los datos de publicación. Alejandra Pizarnik nació en 1936 y se mató en 1972, en Buenos Aires. - Nota y texto tomado de la Biblioteca Parlante HAROLDO CONTI, de Ana Belén Aguirre, Facebook, 2014)

domingo, 15 de junio de 2014

"Para no olvidar", fragmentos / Clarice Lispector



El secreto

Hay una palabra que pertenece a un reino que me deja muda de horror. No espantes nuestro mundo, no empujes con la palabra incauta nuestro barco para siempre al mar. Temo que después de tocar la palabra nos volvamos demasiado puros. ¿Qué haríamos con nuestra vida pura? Deja el cielo tan sólo a la esperanza, con dedos trémulos sello tus labios, no la digas. Hace tanto tiempo que de miedo la escondo que olvidé que la desconozco, y de ella hice mi secreto mortal.

Pero ya que hay que escribir…

Pero ya que hay que escribir, que al menos no aplastemos con palabras las entrelíneas.

La mayor experiencia

Antes había querido ser los otros para conocer lo que no era yo. Comprendí entonces que ya había sido los otros, y eso era fácil. Mi mayor experiencia sería ser el otro de los otros; y el otro de los otros era yo.

Acordarse

Muchas veces escribir es acordarse de lo que nunca existió. ¿Cómo lograré saber lo que ni siquiera sé? Así, como si me acordase. Con un esfuerzo de “memoria”, como si yo nunca hubiese nacido. Nunca nací, nunca viví; pero me acuerdo, y el recuerdo es en carne viva.

Escribir, humildad, técnica

La humildad como técnica consiste en lo siguiente: sólo aproximándose a la cosa con humildad no se nos escapa del todo. Descubrí esta clase de humildad, lo que no deja de ser una forma curiosa de orgullo. El orgullo no es pecado, no grave al menos: el orgullo es algo infantil en lo que se cae como se cae en la glotonería. Pero el orgullo tiene la enorme desventaja de ser un grave error, con todo el retraso que el error causa a la vida: hace perder el tiempo.

La posteridad nos juzgará

Cuando se descubra el remedio preventivo contra la gripe, las generaciones futuras nunca más nos podrán entender. La gripe es una de las tristezas orgánicas más irrecuperables mientras dura. Tener gripe es saber muchas cosas que, si no se supiesen, no haría falta saber. Es la experiencia de la catástrofe inútil, de una catástrofe sin tragedia. Es un lamento cobarde que sólo otro engripado comprende. ¿Cómo podrán los hombres futuros entender que tener gripe formaba parte de la condición humana? Somos seres engripados, sujetos a un futuro juicio severo o irónico.

Comprensión

Todas las visitas que tuve en la vida llegaron, se sentaron y no dijeron nada.

Aproximación gradual

Si tuviera que ponerle un título a mi vida sería este: en busca de la cosa en sí.

***

jueves, 17 de abril de 2014

Mantenemos un diálogo secreto con el mundo

Salón del libro de Paris, Francia, marzo 2014


ENTREVISTA REALIZADA POR EL ESCRITOR Y PROFESOR ÓSCAR GONZÁLEZ

Agradezco las preguntas que hace poco me formuló el escritor y profesor Óscar González destinadas a una publicación de carácter académico. Quiero compartirlas con mis respuestas aquí para todos los amigos. Muchas gracias.

1.
¿En qué instante iluminador usted es consciente o no de que ha iniciado un destino hecho en la inclinación hacia la poesía? ¿Cómo es eso?

R/ Yo no podría hablar de un momento en particular, pues siempre me han acompañado el asombro y la necesidad de acercarme a las cosas, a los seres y a mis propias circunstancias de otra manera mucho más íntima y penumbrosa de lo que nos permite lo cotidiano. La conciencia de que todo tiene un lugar dentro de nosotros, aparece con las primeras lecturas de los poetas Rimbaud y Baudelaire, pero ya era en mí una atmósfera, una respiración que abría posibilidades a mi universo de nombres y de símbolos. Conciencia que es aire, intuición, deseo. Conciencia que después de haber vivido se convierte en lenguaje.

2.
En el momento en que las palabra poética comienza ha hacérsele visible, a sentirla, a hallarla, a poder nombrarla: ¿Cómo se dio ello, en que invocación?

R/ Se escribe la primera vez bajo la luz ebria de querer decir y no saber cómo. Entonces uno teme a las palabras. Uno las ve acercarse y alejarse de nuestras posibilidades. Tan íntimamente ligadas a nuestro deseo y a la vez tan exigentes, tan despiadadas. Piden mantenerse. Mantener el misterio y el poder que las reviste. Nos obligan a levantarnos un poco más allá de nuestra altura, nos descubren la belleza de su silencio que también es el nuestro. Y después, cuando hemos vencido un poco el temor, sólo un poco, aparece el poema. Tal vez uno muy breve, porque sentimos la urgencia de nombrar, de señalar con el dedo. De reconocer y reconocernos. Pero este poema es un salto al vacío. De allí no se regresa jamás. Este poema es una palabra que llama otras palabras, otros saltos al vacío. Un espejo dentro de otro espejo.



3.
Ya que en su poesía la relación dialéctica entre la presencia y la ausencia, de todo lo que ve y siente, son hilos obsesivos: ¿Qué la ha llevado a mantener esa tensión poética?

R/ La poesía invoca siempre esa relación, esa tensión de la que tú hablas, y es la que mantiene viva nuestra posibilidad de decir, de nombrar y ser nombrados. La palabra y su silencio, la luz de lo conocido y la penumbra de lo que aparece por primera vez ante nuestros ojos. Saber que mantenemos un diálogo secreto con el mundo, con cada tallo de hierba, con cada sombra, y saber también que somos, a través de la poesía, de sus vasos comunicantes ese puente entre lo visible y lo invisible del que hablaba Rilke, que sólo escribiendo podríamos acceder a esta conciencia de las cosas, del mundo, de nuestro tiempo.

4.
Nombrar un libro siempre es una verdadera prueba con uno mismo, con lo que desea hacer, con un decir: ¿En qué momento halló la manera de nombrar sus libros, de nombrarse usted en ellos: Cuaderno del ángel y Cenizas de Pasolini?

R/ No he sido muy buena con los títulos. Casi siempre llegan al final, cuando el libro se ha escrito casi desde la sombra, desde un no saber hacia dónde. Pero siempre ocurre también que su presencia se va configurando, y llega un momento en que aparece frente a nosotros con determinación, nombrándose y nombrándonos. Cuaderno del ángel es una invocación al momento en que leí Las Elegías del Duino de Rainer María Rilke, y después Los Cuadernos de Malte Laurids Brigge. Es un pequeño homenaje. No quiere decir que Cuaderno del ángel tenga el tono ni la búsqueda de los bellísimos poemas de Rilke, ojalá fuera así, pero se dejan acompañar por ellos. Rilke, su hermoso ritmo, su hallazgo iluminador, sus dos presencias (el ángel, la noción de ir apuntando sus preguntas, sus gritos, su asombro en un cuaderno que también puede ser la vida, la experiencia poética) son algo así como una atmósfera, una luz bajo la que fue posible la escritura de este libro. Cenizas de Pasolini es algo semejante. Tras leer Teorema (el guión cinematográfico de la película que lleva este mismo nombre y cuyo director es Pasolini) hace 17 años más o menos, quedé tentada para escribir un poema largo en varias partes donde aparecieran los elementos y los símbolos que más me habían perturbado en la lectura de Teorema. Pequeñas imágenes, un juego de luz y de sombra que guarda uno de los momentos de mayor intimidad que he logrado con una obra de arte.
5.

También es para usted un momento esencial abordar el tema del amor y el erotismo: ¿Qué dimensión nueva, sensible y física les quieres provocar?

R/ Me parece curioso que lo digas, porque no han sido temas esenciales para mí. En algunos poemas de Las Hijas del Espino se aborda uno que otro pliegue, pero nada más. Y son ellas, las voces que pueblan ese libro, quienes trajeron la necesidad de hacerlo, y por ende, las palabras para nombrar esos instantes. Tanto el amor como el erotismo son para mí territorios bastante transitados y por ello mismo temibles, altamente peligrosos. En algún momento, cuando sienta esa pulsión, quisiera escribir algo con la misma sensualidad de Anaïs Nin, de Djuna Barnes, con el carácter explosivo de Henry Miller, o la tibieza convulsa de Duras o Yourcenar. Tibieza que tiembla y grita y muerde. Sería interesante, pero por ahora estoy en este asunto de las palabras y el sol de su origen, y no sé cómo ni cuándo pueda salir del camino.

6.
Cuando se hace un libro, se quiere que haya un lector: ¿Qué lector buscas y quieres encontrar o crear? ¿Es usted misma lectora de su libro?

R / Soy y aspiro a ser la primera lectora de mis libros. Quiero ser con ellos lo más exigente que me sea posible. Sólo en ese momento quiero compartirlo con otros. Y escucharlos, escucharme en ellos. Sería hermoso si pudiéramos tener algún contacto con todos aquellos que han leído una línea nuestra. Saber qué forma, qué tono tuvo en ellos, qué preguntas lanzó, que incertidumbres acompañó...



7.
El libro inicial muestra un comienzo, que es necesario continuar, al que es necesario deberse: ¿Considera que ha iniciado un camino, el cuál no podrá nunca más abandonar inexorablemente?

R / Creo que hablaba un poco de eso anteriormente. Cuando escribimos, casi siempre nos acompañan algunos tópicos, símbolos, presencias que nunca nos abandonarán, así nuestras búsquedas vayan de un lado a otro, así tomemos varios caminos en poco tiempo, así nuestra estrella sea señale varios reinos... Una imagen, una manera de mirar, un gesto. . . En mi caso, como en el caso de muchos otros poetas, estaría la noche. ¿Cómo negarla? Ella es el símbolo del camino mismo, de la búsqueda, del inicio y la culminación de todo cuanto soy, de cuanto me construyo...

8.
¿Cómo se relaciona usted con el sueño, lo maravilloso y la naturaleza? ¿Qué poder de imantación poseen para usted y como las lleva a su poesía?

R / Hay un carácter iniciático en la poesía, y es por ello que se nos da naturalmente una relación misteriosa con lo maravilloso, con esa conciencia otra del mundo que nos rodea. El sueño, la naturaleza en su estado salvaje, la ensoñación de la que hablaba Bachelard, y esos raros momentos de exaltación poética, de exaltación mística de los que gozaron tantos artistas y visionarios, son la prueba de esta correspondencia. No es gratuito que nos emocionemos frente a una obra del Bosco, o leyendo uno de los bellos poemas en prosa de Baudelaire o Aloysius Bertrand... Y es que esas epifanías también están en nosotros, tal vez no con la misma claridad con la que ellos las experimentaron, tal vez no con la misma intensidad, pero es porque existen en ti y en mí que las reconocemos, que las hacemos nuestras.Así mismo, estarán presentes en nuestra escritura. Son los vasos comunicantes de los que nos hablaba Breton. Siempre estaremos inmersos en lo que sucede, veámoslo o no, es real. El espejo y el otro lado del espejo. Ahí están. Y desde esa intuición escribo.

9.
¿A cuál de ellas le da más carácter de luminosidad constante en su poesía y en su realización como poeta? ¿Por qué?

R / Creo que todas son importantes, porque pertenecen al mismo reino. No es posible habitar el sueño sin estar íntimamente unidos a lo que somos, a la conciencia palpitante que somos, a la naturaleza inexplorada de nuestro ser y su relación con las que cosas que vive a diario. Cuando seamos capaces de vivir nuestras experiencias como un todo donde no sobra ni falta nada, ese día seremos capaces también de escribir el poema...


10.
¿Cómo y cuáles son sus metódicas para escribir? ¿Qué necesita para llevar a cabo esta tarea? ¿Puede hablarnos un poco de su orden y de su técnica poética?

R/ Escribo cada vez que puedo. Cada vez que lo siento necesario en mí. Cada vez que algo me inquieta o me pregunta. Cada vez que rompe el asombro o el mar en calma de una experiencia cualquiera que haya vivido profundamente. No necesito casi nada, sólo el deseo de escribir. Siempre llevo mi libreta de apuntes a la mano. Siempre escribo rápido, como para no perder ninguna palabra, siempre siguiendo el ritmo de una respiración silenciosa, del miedo de no saber si llegaré hasta el final del poema o si se cortará en el aire y quedará en nada, palabras humo y ceniza, palabras que son apenas un vidrio roto en el que se refleja el sol.

11.
¿Procede por evocación o por invocación para hacer eclosionar el sentido de lo que hace, de darle sentido a lo que mira y la hace mirar?

R/ Por evocación y por invocación. Y lo dices bien, porque son estas, sin duda, la dinámica amorosa de la poesía. Habitar la memoria y el misterio que conllevan las palabras, las cosas, nuestra comunión con ellas. A esa memoria y a ese misterio apelamos cuando nos urge la necesidad de comprender y de nombrar ciertas experiencias, cuando lo invisible viene a nosotros para que le demos una forma, una voz, un tiempo. Es una tarea difícil. Evocamos para hacer más nuestra la experiencia del mundo. Invocamos para que ese mundo por fin se nos revele, para que cada elemento diga su nombre y acepte nuestras preguntas.

12.
¿Tiene usted como principal y vehiculante tentativa, presentar en su poesía un combate entre lo femenino y lo masculino? ¿Por qué sí o por qué no?

R/ Mi aspiración se funda en el diálogo entre las cosas que en apariencia están separadas. No me interesan las divisiones de ningún tipo. Creo que van en contra de una naturaleza que a todos compromete.

13.
La mirada que exhaustiva que hace usted sobre el espacio poético, las cosas que hay en ese espacio y el vacío que propicia el espacio: ¿Qué buscan?

R/ Entiendo por espacio poético la atmósfera que propicia mi escritura. En este caso, cada uno de sus elementos se abre a mi exploración, me permiten entrever sus formas, su manera de relacionarse con la luz del lenguaje, con el misterio que cada una de ellos alimenta. El vacío es como el silencio que los hace posibles, que les permite desplegar su existencia, su influencia sin que nada obstaculice su labor.


14.
¿Usted por qué y para qué lee? ¿Qué es lo que usted se hace evidente cuando lee y se lee, y qué se oculta también?

R/ Leer es un acto tan necesario para mi escritura como buscar el silencio. El silencio de los otros. Lo que ese silencio les regaló. Cuando leo a mis autores más queridos intento entablar con ellos, con ese momento de su escritura, una comunión íntima. Quiero ver lo que ellos han visto y comprender. Quiero estar cerca del milagro y entrar en su atmósfera y quedarme allí, sintiendo. Leo para acompañar mis palabras. Leo para llenarme de presencias que puedan guiar mis pasos en la noche de la escritura. Leo para confirmar mi camino, para cuestionarlo. Leo para mirarme en otros, para mirar mi tiempo en su tiempo, leo para ampliar mi realidad, para asumirla, para recrearme en ella.


15.
¿Usted considera que la poesía y el poeta tienen una misión y un papel que desempeñar frente al mundo, la sociedad de hoy? ¿Utopía?

R/ Creo que el poeta es plenamente un testigo de su tiempo, y en esta medida debe asumirlo con una conciencia amplia, capaz de transformarse. Una conciencia que esté del lado de la verdad y la belleza, de la dignidad, de la libertad. No considero relevante si el poeta decide alistarse bajo un partido político o si por el contrario decide ser “el hombre de la buhardilla”. Su rebelión consiste en derribar los muros que le impiden ver, comprender, ampliar su horizonte. ¿Qué más podemos pedirle a la poesía? Su papel es devolverle al hombre su verdadera naturaleza y elevarla.


16.
La poesía es soledad, silencio y extrañamiento de del poeta ante sí mismo y ante la realidad: ¿Qué son para usted esa soledad, ese silencio y ese extrañamiento? ¿Cómo los realiza o no en la sustancia misma de su poesía?

R/ De allí nacen toda la experiencia, todas las preguntas, todo el deslumbramiento. Y la sensación de que nada tendría sentido si no leyera, si no escribiera, si no entablar con el mundo, con mi mundo, esta comunión misteriosa y antigua. Cada día, en medio de la carrera vertiginosa que nos imponen las circunstancias, uno puede detenerse y respirar por un momento este aire en el que somos nosotros y nos reponemos de la luz, del sinsentido, de lo que se repite y siempre es viejo.

17. ¿Podría indicarnos desde una relación dialéctica sensitiva, cuáles son los tres principios esenciales y básicos para usted de su poética y por qué?

R/ No sé si podría hablar de principios, pero digamos que hay tres elementos importantes en mi experiencia poética: la noción de permanencia, la búsqueda constante de un ritmo interior, la aspiración al silencio... Pero haya tantas cosas que busco. Tantas. Por eso escribo.

...

Ver además, encuesta de la revista La Otra, de México:
http://issuu.com/mexking/docs/tres-preguntas/1?e=1999251/7471179

jueves, 13 de febrero de 2014

En memoria, Luis Fernando Estrada




SOLO EL ADIÓS ES NUESTRO

Para Luis Fernando Estrada, en memoria

El tiempo se detuvo en lo más alto
y todas las palabras en punta se plegaron
en el papel, en el silencio, en la llama
que ascendió por tu cuerpo.

Los libros se oscurecieron este día
Indagaron por ti
por tu mano señalando una página eterna
o la última combinación de rey
junto a la torre de la noche.

Solo el adiós es nuestro
como tuyos los pasos alejándose
sobre el ajedrezado
al cierre del gran juego.

En el centro del enigma
ahora resolverás
otra luz

dejarás abierta la voz
de todo cuanto amaste,
diciéndonos

—Llamándonos.

***
Pedro Arturo Estrada


_______________________________________________


VACÍO

A José Raúl Capablanca, campeón mundial de ajedréz, 1921-1925


El escaque movible
se quedó fijo ante sus ojos,
un movimiento
y sus manos no tocarían más
el tablero

El tiempo se acabó
no se realizó la jugada,
había perdido

La mano temblorosa
del ajedrecista paró el reloj,
su tiempo en el vacío

y la clepsidra de arena cristalizó
la espera eterna.

***
Luis Fernando Estrada
De su poemario inédito: Ajedréz