PAISAJES AL CARBÓN
CON WILLIAM KENTRIDGE
Juan Manuel Roca
Ubú Rey, gran
monarca de las ciudades sin mapa y de la autofagia del tiempo, sacerdote del
poder y su bulimia, terminará por devorarse a sí mismo. Una gavilla de sombras
arroja grandes cubos de noche sobre las aguas del río. ¡Atención! La guerra,
que riega con vitriolo sus jardines de escombros, desaloja las huellas de los
sueños postergados. La muerte, vestida de enfermera, reparte palabras ciegas en
la fila de los fantasmas. Escarbando piedra a piedra entre las ruinas,
Kentridge podrá encontrar una sonrisa aplastada como una flor en un mar de
aguas residuales. Una legión de nadies acude al llamado de un flautista
especialista en roedores que toca adioses en un tinglado callejero. Los niños
tararean una vieja tonada infantil con dolor y pena, al paso de ganso de sus
padres que marchan con rumbo seguro hacia el abismo. Mister Kentridge puede
econtrar en el basural del mundo una máquina de hacer vacíos, la partitura de
una sinfonía para taladro y olvido, barrotes destrozados de una cárcel de
Piranesi, una cinta con un discurso interminable que afirma que el tiempo es
oro, aunque embosquemos la feroz avanzada de una brigada de relojes. Mister
Kentridge dibuja los fotogramas del
miedo. Ubú va de compras entre explosiones al mercado del odio donde puede
hacerse al último modelo de un cepo de torturas. Kentridge hace señas con su
mano en un muro, traza en el aire sombras chinescas con bisontes heridos,
alucinadas cafeteras, barcos de uranio y bicicletas de hielo no aconsejables
para correr en las pístas del verano. Soy mi propio perro sumiso, murmura entre
dientes un soldado, soy mi propio puñal en mi espalda, pues hasta un general no
ignora que amar la guerra es odiarse a sí mismo. Soy mi propio perro de presa,
murmura un combatiente, soy el perro rastreador de mis precarios huesos. Cuando
Kentridge ve pasar las banderas del miedo y su dolor acuartelado, cuando cruza
por su almohada la historia clínica del mundo, es como si nos quitara un negro esparadrapo de la boca.
***
Ver, además, entrevista al artista, tomada de la revista Dinners:
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