Hace algunos meses, Marta Eloy Cichocka, poeta, fotógrafa y artista polaca, leyó sus poemas en la Casa Museo Otraparte. Viajera incansable, ella compartió con el público su experiencia con el idioma castellano y su cercanía con la cultura latinoamericana.
Háblanos sobre tu experiencia poética en el contexto literario de Cracovia. ¿Cómo percibes a los poetas polacos contemporáneos? ¿Cuáles de ellos han influido en tu escritura?
Parecen preguntas sencillas y, sobre todo, naturales -y sin embargo debo ser sincera: no sé muy bien cómo responderlas. Es que no me siento pertenecer a ningún contexto literario en particular: ni de Varsovia, que es la capital de mi país, ni de mi Cracovia natal, ni a los círculos de la llamada poesía femenina. Si pudiera elegir un contexto más amplio, sería simplemente el de la generación de los 70, porque creo que compartimos todos las mismas experiencias: la infancia bajo el régimen, la ley marcial, la caída del Muro de Berlín. Pero las conclusiones que sacamos de todo eso ya son muy personales. Además, debo subrayar que tuve la oportunidad de estudiar y de enseñar) fuera de Polonia: pasé casi diez años en Francia y por eso llegué a establecer las relaciones con los círculos literarios de Polonia solamente después de mi regreso y la publicación de mi primer poemario, Wejscie ewakuacyjne (La entrada de emergencia) en 2003. Por eso, los poetas que más influencia tuvieron en mi escritura no son necesariamente polacos ni contemporáneos: Guillaume Apollinaire (1880-1918), Krzysztof Kamil Baczynski (1921-1944), Sylvia Plath (1932-1963) y Stanislaw Baranczak (1946-), gran poeta polaco y traductor del inglés son a quienes más aprecio y admiro. Sin embargo,me marcaron igualmente los poemas verticales del argentino Roberto Juarroz (1925-1995), como la poesía casi desconocida del narrador francés Michel Houellebecq, autor de Las partículas elementales (1998).
¿Podríamos pensar, entonces, que tu experiencia poética -así como la de tu generación- encuentra sus raíces en esa visión plural de las cosas, del mundo que nos rodea, o por el contrario sientes que al estar inmersos en una época en la que las barreras culturales e idiomáticas tienden a desaparecer, los impulsa a buscar en el lenguaje un territorio para la singularidad y la experiencia íntima de lo cotidiano?
No me atrevería a generalizar demasiado acerca de un fenómeno tan efímero como la experiencia poética -en polaco incluso tenemos un dicho: “Poeta sie nie jest, poeta sie bywa”, según el cual uno no “es poeta”, sino solamente “está poeta” de vez en cuando. Por eso, cada respuesta dogmática sería falsa y aproximativa. Y, sin embargo, me parece importante subrayar que la experiencia poética nace, inevitablemente, como consecuencia de otra gran experiencia transformadora: la lectura. En este sentido todos somos lectores que aprenden a escribir, en el contexto estético de nuestra época, con el equipaje de erudición que heredamos de nuestros maestros. El placer de escribir como una prolongación del placer de leer se transforma poco a poco en un deseo de ser leído, muchas veces bastante narcisista y egocéntrico, hay que reconocerlo. Pero al mismo tiempo es un deseo de creación puramente divino: tal como los dioses del Popol Vuh buscaban obstinadamente crear seres que los veneraran y recordarán “sobre la faz de la tierra”, los que escribimos buscamos, conscientemente o no, a ser leídos y recordados por los que nos leen. En este sentido cada experiencia poética repite la ambición divina de crear un universo (del poema) poblado por sus habitantes (los lectores). Por otra parte, suscribo totalmente a las teorías según las cuales la poesía, como la música, permite lograr espacios de lo inefable -pero eso ya es otro tema, además muy difícil de comentar con las palabras.
¿Crees que nos encontramos frente a una nueva crisis del lenguaje poético? Y si fuese así ¿cuáles son esas señales y de qué modo, según tu experiencia, debemos asumir ese compromiso de renovación?
Desde que el siglo XIX impuso a los artistas una exigencia de originalidad, cada generación se siente, primero, obligada a rebelarse contra la precedente -y más tarde atraída, inevitablemente, a las anteriores (sabiendo que en aquel momento ya se le acerca otra generación más joven y agresiva). No creo que seamos capaces actualmente de una revolución estética tan radical como en la primera mitad del siglo XX, cuando los sucesivos “-ismos” realmente reinventaban y redefinían el mundo. Lo que ahora se está redefiniendo -es el mercado y el público. Hay festivales, premios, lecturas públicas-, pero también cada vez más páginas web, comunidades virtuales, blogs poéticos. La ciberliteratura es un hecho, aunque ocupa un espacio virtual. En la internet todos los textos están al alcance de la mano: ahora escribir es leer, reciclar, citar o autocitarse, escribir en palimpsesto. Por eso creo que el lenguaje poético necesita una nueva crisis a diario -como el oxígeno.
La palabra “crisis” en griego significa “proceso”, “cambio”, “puesta en cuestión, “replanteamiento” -interesante, ¿verdad?-. Una crisis no tiene que ser una amenaza. Y creo que el estado actual de las cosas no favorece una plácida contemplación de las figuras retóricas en filigrana. Vivimos tiempos interesantes, los cambios son tan rápidos como inesperados, el lenguaje poético que sea vivo debe renovarse con cada poema.
Cada poeta tiene una forma distinta de acercarse a su escritura. ¿Cuál sería tu “Ars poética”?
Si tuviera que resumir mi “Ars poética”, diría que suscribo plenamente a esa visión donde el “daimonion” toma las riendas de la inspiración: su voz interior nos advierte cuando cometemos errores pero nunca nos ofrece soluciones definitivas. Por eso, por una parte, acepto los más inesperados regalos de la inspiración y voy anotando versos en hojas sueltas (que muchas veces se me pierden), pero por otra parte suelo escribir con parsimonia y dejo mis esbozos poéticos madurar meses (o años) antes de dejarles encontrar a sus lectores. Y a sus traductores. Además, como en el fondo me interesa tanto el lenguaje y las bases mismas de la comunicación poética, mis poemas resultan a veces difícilmente traducibles. ¡Debo aquí dar las gracias a José Mohedano Barceló, Abel Murcia y Carmen Ruiz de Apodaca por haber tratado esos textos con tanta paciencia!
¿Crees que la poesía debe tener un “compromiso” más allá de su propio lenguaje, de su “daimonion”, de su rigor ético y estético, de su condición de palabra única que abra otras realidades y nos permita ver, entender, acceder a una conciencia más profunda de las cosas?
El poeta mexicano Javier Sicilia acaba de darnos una muestra de cómo se puede asumir una posición política siendo poeta -y padre-. Sesenta años antes, en Washington D.C., un poeta polaco exiliado (Czeslaw Milosz) escribía esas palabras muy duras que intenté traducir con apoyo de Juan Manuel Roca:
Tú que hiciste daño a un hombre sencillo (...)
No te creas a salvo. El poeta no olvida.
Puedes matarlo -otro nacerá.
Se registrarán sucesos y conversaciones.
Más te convendría un amanecer en invierno,
y un lazo, y una rama caída bajo el peso.
No te creas a salvo. El poeta no olvida.
Puedes matarlo -otro nacerá.
Se registrarán sucesos y conversaciones.
Más te convendría un amanecer en invierno,
y un lazo, y una rama caída bajo el peso.
En el mundo actual la poesía puede asumir una posición política -o sea, activa y lúcida- también frente al consumismo, el machismo, la violencia conyugal, la desigualdad de los sueldos entre ambos sexos, el aborto tratado como una solución del “problema” sin tomar en cuenta la salud de las mujeres, la inmigración que lleva a la esclavitud, el tráfico de órganos, el analfabetismo político de los ciudadanos... Y sin embargo, no hay que olvidar que la recepción de cada texto poético depende tanto de las intenciones del autor, como de su lector y del uso que se le reservará en el presente -y en el futuro-.
Dinos cómo enriquece tu experiencia poética el ejercicio artístico, el dibujo, la fotografía.
Gracias por esta pregunta, tal vez la más íntima de todas. Recuerdo dibujar desde muy pequeña; recibí mi primera cámara fotográfica a los ocho años; escribí mi primer poema a los diez. Han sido, en mi caso, ejercicios paralelos y bastante complementarios. Dibujé para liberar la energía, tomé fotos para conjurar un instante, escribí para alejarme de mí misma. En algún momento tuve que tomar una serie de decisiones: por una parte, en el mundo actual, tanto las artes gráficas como la fotografía ofrecen muchas más oportunidades de ganarse la vida que la poesía; por otra parte, exigen también un esfuerzo considerable,una adquisición
de cierto material o ciertas técnicas. Abandoné muy pronto la idea de estudiar el arte, la pintura o la fotografía: en cambio, llevo unos diez años trabajando de periodista especializada en la fotografía contemporánea. No soy fotógrafa profesional, pero he tenido un montón de exposiciones, he realizado una serie de retratos de los autores polacos y he vendido mis fotos a varias editoriales. Sin embargo, como no tengo que ganar mi vida vendiendo las fotos, eso me da más libertad. Suelo publicarlas en la Internet, en ww.eloyexpress.blogspot.com y en www.zoomwzoom.blogspot.com -considero cada fotoblog como una suerte de diario de un alter ego. O como el esbozo de un libro por publicar.
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Marta Eloy Cichocka (Cracovia, 1973)es poeta, traductora y fotógrafa, periodista e investigadora con el título de doctora otorgado por la Universidad de París VIII; enseña literatura española e hispanoamericana en Cracovia y en Varsovia. Es autora de dos libros de fotografías y textos poéticos: Wejscie ewakuacyjne (Entrada de emergencia)y Lego dla ego (Lego para el ego); y de una publicación teórica: Entre la nouvelle histoire et le nouveau roman historique. Ganó el Concurso nacional de Poesía Halina Poswiatowska (2004).
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(Publicada en Generación de El Colombiano de Medellín, Colombia, el 30 de octubre de 2011)
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